“Aunque seamos nuestra historia, no estamos escritos en piedra”.
Alguna vez una colega, que es mi mejor amiga, después de observar mi firma en un papel, me dijo que era yo una persona muy espiritual. En el momento no presté atención a su comentario, pero después he estado pensando que de alguna forma tenía razón. No se trataba de que practicaba rituales religiosos o me identificaba con una religión concreta, lo que ella sabía muy bien. Más bien, así lo he entendido después de un buen tiempo, se trata de que todas mis acciones están marcadas por el deseo consciente o no de que todo lo que haga ayude a alguien, o que por lo menos no dañe a nadie.
Creo que con un ejemplo me explico mejor. No soy una persona que ambiciona poseer dinero. No es el dinero en si mismo lo que me moviliza. Pero he dicho que si tuviese que asumir la enorme responsabilidad de poseer mucho dinero, procuraría que mis decisiones con ese dinero se orientasen a producir el mayor bienestar posible, especialmente para otros; sin olvidarme de mí, por supuesto. No, no se trata de que iría por las calles regalándolo; sino que idearía formas de que sirviese como motor para que otras personas mejorasen su nivel de vida, a través del conocimiento, de la elevación integral de sus actitudes y aptitudes.
Eso de “la enorme responsabilidad de poseer mucho dinero” merece mayor atención. Es extraño decir que tener mucho dinero es una responsabilidad. Si entendemos responsabilidad como obligación las únicas que se tienen son las que disponen las leyes (proveniencia lícita, impuestos, etc.). Pero se me entiende mejor si damos al término “responsabilidad” el sentido que le da Erich Fromm en su libro El arte de Amar”. Fromm dice “la responsabilidad, en su verdadero sentido, es un acto enteramente voluntario, constituye mi respuesta a las necesidades, expresadas o no, de otro ser humano”. Es decir, que tener mucho dinero implica la responsabilidad o, mejor, el deseo voluntario de que ese recurso sirva para ayudar al prójimo a resolver sus necesidades inmediatas y sentar las bases de su bienestar a largo plazo. Eso sí, con su activa participación y no como un mero receptor de dádivas. Encaja acá lo de enseñar a pescar y no solamente dar el pez.
De las líneas anteriores se desprende que aun sin dinero es posible ayudar. A través de las palabras puedes influir en muchas personas y aportarles en su bienestar. Hoy, más que nunca eso es posible gracias a la tecnología comunicacional existente. Esas ideas de ayudar han estado presentes en las tres actividades profesionales que he desempeñado. Me hice locutor muy joven, con tan solo 19 años, ese pensamiento me rondaba; pero no de modo consciente. Era muy pronto para que pudiese verlo así. Después si empecé a pensar que los programas de radio que hiciese debían tener contenidos útiles. Luego, al hacerme psicólogo, también esa idea iba conmigo. Lo que hiciese debía ayudar a las personas. Admito que, sin saber, realmente me hice psicólogo buscando mis propias respuestas. Eso nos sucede a casi todos. Más recientemente he publicado dos libros y dos novelas. Como investigador, mis dos libros han pretendido ser útiles. De las dos novelas sí que no puedo decir eso, pues como escritor realmente uno lo que persigue es librarse de “fantasmas” que te persiguen.
La actitud de ayudar a otros se ha concretado como psicólogo en acompañar a las personas en la resolución de sus conflictos y en la potenciación de sus fortalezas, basándome en la psicología como ciencia. Y ello explica este emprendimiento, esta marca personal de Psicopedro29.
En los últimos años ha aumentado mi nivel de consciencia de que mi propósito es servir a otros. Cada vez he visto más nítidamente que la actitud es entregar algo de bienestar al prójimo, a través de palabras habladas o escritas, especialmente. Pareciera que mi fortaleza reside en comunicar y que deseo divulgar contenidos útiles. Tal vez por eso cuando apliqué las pruebas vocacionales resultaron en Comunicación Social, Publicidad y Psicología, todas vinculadas con el interés social.
Por supuesto que en ese empeño he cometido errores y habré lastimado a alguien. Soy un ser humano y eso me hace imperfecto. Tampoco esconde que quizá inconscientemente se esconda algo de orgullo o vanidad. Pero, es una verdad que está presente con mucha fuerza en mi desempeño como persona y como profesional.
Creo entonces que me veo como alguien que tiene cosas valiosas por decir y que quiere decirlas porque desea ayudar a otros a través de sus contenidos, sea como locutor, psicólogo o escritor.
Pienso que las personas podemos vincularnos sanamente, salvo circunstancias muy graves. Pero para eso necesitamos aprender, desaprender y reaprender y crecer en lo espiritual también. En mucho pueden mejorar las interrelaciones si nos adiestramos en comunicación asertiva, inteligencia emocional, responsabilidad, respeto, solidaridad, etc. También si alimentamos nuestro espíritu de esas cosas que no son materiales; pero que son más trascendentes e importantes que muchas de las cosas materiales con las que nos engolosinamos. Hablo del amor, de la esperanza, de la bondad, de la solidaridad, de la fraternidad, del respeto, de la responsabilidad, etc.
Por eso, mi misión consiste en acompañar a quien lo pida a construir(nos), deconstruir(nos) y reconstruir(nos) su propia persona e historia para que identifique(mos) lo que debe(mos) hacer, dejar de hacer y hacer de otra forma. Seguramente notaste y te extrañó que usé el plural . No es un error. Significa que en ese proceso de acompañar no estoy asépticamente afuera ni a cargo de la situación; sino que en ese proceso también me transformo. Una frase que alguna vez se me ocurrió resume lo que trato de explicar en estas líneas: “aunque seamos nuestra historia, no estamos escritos en piedra”. Es decir, no estamos esclavizados por nuestro pasado.
Aunque en lo anterior he hablado de mi como psicólogo en el plano de la consulta privada, como psicólogo en redes sigo siendo la misma persona deseosa de ofrecer contenidos útiles. Varía la forma, el modo de hacer las cosas, pero el fondo sigue siendo el mismo. El lema es “comunicar contenidos edificantes y constructivos que eleven nuestras actitudes y aptitudes, desde la Psicología”.
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